Por Álvaro Vildoza
Era, quizás, el agosto más lluvioso de la historia. Las
cuerdas de una guitarra se calentaban ya 45 minutos antes de que comenzara el
show. Podía escucharse la prueba de sonido detrás de la cortina metálica de La
Trastienda Club La Plata. Afuera, justo enfrente de uno de los laterales de la
Casa de Gobierno, una larga fila de futuros espectadores se protegía de la
lluvia debajo de angostos balcones y marquesinas. Con sorpresa, un transeúnte
que caminaba sin paraguas se detuvo y preguntó qué era lo que tenía a tanta
gente haciendo cola. Lurrie Bell, respondió un hombre ofreciéndole lugar bajo
el techo, “uno de los mejores bluesseros del mundo, toca ahora, dentro de un
rato”.
Cerca de las 21.30 la boletería abrió y rápidamente los
grupos de personas que aguardaban pasaron de un refugio a otro adelantándose
para comprar su entrada. Adentro, el lugar estaba dispuesto para escuchar con
comodidad, con mesas en el campo y sillones en la zona VIP. Los sonidos del
bajo y el teclado comenzaron a escucharse una hora más tarde, cuando llegó la
Super Super Blues Band para interpretar con acento platense varios clásicos del género.
Más tarde, la Argentina Blues Band, conformada por Mauro
Ciriello en Bajo, Walter Galeazzi en teclados, Gabriel Cabiaglia en batería y
Roberto Porzio en guitarra se hizo dueña
del escenario para presentar al protagonista de la noche, el mismo del que los aproximadamente
150 espectadores podrán referirse como el que los hizo olvidar del mal tiempo,
el hombre que desde Chicago vino a detener el diluvio, Lurrie Bell.
“Are you all right?” saludó Bell ante un público expectante
que ya venía adentrada en la autopista oscura, desolada pero excitante del
blues. Durante una hora, la “Herencia del Blues”, hijo del mítico armoniquista
Carey Bell hizo magia. Afuera parecía haber dejado de llover y adentro las cámaras
de celulares y filmadoras se entretenían buscando el mejor plano para retratar
aunque sea por minutos a la estrella punteando su arte: un poco de su historia y
otro poco de su nuevo álbum "The Devil Ain't Got No Music".
Una de las mesas de adelante en el campo tuvo sentados, tal
vez, a los fanáticos más acérrimos, que vivaban y seguían el ritmo de la noche
con el cuerpo entero. Estaban exactamente frente a Bell pero no hacía falta
estar tan cerca para que la vibración de las cuerdas confundiera los latidos con
el tarareo en el suelo que hacían los pies. Quién sabe si también fueron la compañía, la
magia y el blues los que, juntos, fueron haciendo de aquella velada, una de las
más intensas de los agostos más lluviosos.
El genio se despidió con el abrazo abierto. “Thanks, I love
you” repetía escuchando los aplausos y los silbidos de agradecimiento y
admiración de toda La Trastienda. Se retiró por unos segundos pero como la
repercusión no mermaba, volvió a grito de “You want some more?” y como por 10
minutos el público volvió a introducirse en ese realismo mágico en el que un
hombre con capacidades sobrenaturales hizo de la tormenta su música.
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