Transeúntes

No estamos de paso





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Bajo el lema de que "la educación es un derecho y no un lujo", María Elena Cruz lleva adelante el proyecto Movimiento Darte, cuyo objetivo es entregar cuadernos a todos los niños del país para que puedan estudiar. La joven emprendedora ha logrado apoyo y sustentabilidad gracias a un trabajo de dos años y ahora se prepara para un curso intensivo sobre negocios sociales.

Por Bárbara Dibene
Imágenes y edición: Álvaro Vildoza

Desde hace varios meses el departamento de María hace las veces de depósito y taller. Los papeles llenan cajas, las cajas estantes, y varios cuadernos (terminados y a medio armar) se exhiben en todos los espacios disponibles. Ella está feliz, aunque desearía tener un lugar más grande para aceptar todo el papel donado y poder alojar aún más personas los días de voluntariado.

La sencillez y utilidad social de su proyecto le hicieron ganar el aprecio de las personas y organizaciones a las que ayuda. El funcionamiento de Movimiento Darte consiste en confeccionar y regalar un cuaderno por cada cuaderno que logra vender. "El papel que utilizamos con los niños es reutilizado para que ellos entiendan el concepto del reciclado y empiecen a educarse en el cuidado del medio ambiente. En cambio, el papel de los que vendemos es de caña y sin blanquear".

Otra de las diferencias en cuanto a los cuadernos tiene que ver con los artistas. Las portadas de los que están destinados para los niños son siempre diferentes, ya que se utilizan diseños que decenas de artistas le envían a María. "La idea es ayudarlos a darse a conocer, que circulen y tengan la oportunidad al menos una vez de ser portada". En cambio, los cuadernos a la venta llevan diseños cedidos por artistas nacionales y internacionales, entre ellos: Tow Tomas y Joel Pashanga (Chile), Borneo (Venezuela), Rebe Martínez (España), Rulo González (México), Alexa Forero (Colombia), Natalia Molinero, Marta Bacci, Pandora Falcón y Gustavo De Marco (Argentina).

Hasta el día de hoy se han entregado más de 2.500 cuadernos que ya están en manos de niños de todo el país. Al principio, y no hace tanto, María hacía las entregas personalmente. Con el tiempo y gracias al trabajo colaborativo con las fundaciones Ruta 40, Desde tu lugar y Casa Grande pudo llegar más lejos, a otros pueblos y provincias más alejadas. "La elección de las personas a quienes vamos a ayudar se da fundamentalmente a través de ellos, pero nos llegan unos 20 correos por día. No podemos ayudarlos a todos porque no nos dan la infraestructura ni los costos. Qué más quisiera yo que llegar a todos los niños".

María resalta que la fundación Ruta 40 hace un gran trabajo previo: "Ellos ya están trabajando reciclado en las escuelas, así que cuando lleguen los cuadernos van a tener un alto grado de información". En cuanto a las demás escuelas, ella misma se encarga de contarles a las maestras de qué se trata el proyecto para que puedan transmitírselo a sus alumnos. "Más adelante la idea es poder escribirles una carta a los niños en la primera hoja del cuaderno para que sepan todo lo que significa, y puedan compartirlo con sus padres".



Una oportunidad para crecer

Cuando estudiaba Publicidad en la Universidad de Morón, su profesor le planteó la consigna de "encontrarle solución a un problema". María no imaginó todo lo que vendría tras una primera idea. Después de mucho trabajo logró cumplir varios objetivos: que todos los martes y jueves haya voluntarios en su casa-taller para armar cuadernos, que semanalmente le alcancen papel y que varios medios se interesen en su proyecto. Pero ella aún necesitaba aprender más para hacer que este negocio social sea sustentable, y la solución llegó de la mano de fundación Cáritas.

"Ellos me acercaron la propuesta de que un grupo de jóvenes de una universidad de Francia iban a capacitar a 18 personas a nivel global sobre negocios sociales. Enseguida pensé que era genial, bajé el formulario y me inscribí. ¡El 5 de marzo me avisaron que había quedado seleccionado y era la única en Argentina!"

Desde ese día y durante tres semanas, María recibe cinco horas de clases en su propia casa. "Andamos descalzados, cómodos. Paramos, tomamos algo. Es genial y agotador, estoy aprendiendo muchísimo de mi propio negocio". Un vistazo en la enorme cartelera en la entrada de su departamento lo comprueba. Decenas de papelitos de colores detallan aspectos a analizar, rever, mejorar y conservar.

Yoann Amiel, Pierre Fillaudeau y Clemence García son los encargados del proyecto SoBee y los profesores de María. Ellos decidieron viajar durante un año alrededor del mundo y ayudar a 16 jóvenes emprendedores con proyectos de negocios sociales. A partir de reportajes y un análisis intensivo, esperan mejorar los aspectos fuertes y redefinir los más flojos para que todos ellos puedan seguir adelante.

María asegura que todo esto le llega en el momento justo: "Ya no sabía que hacer, para dónde ir, no conseguía apoyo y todos los cursos eran pagos, o para amigos de amigos". Hoy su "hambre" de conocimiento se está haciendo posible en recompensa por su entusiasmo por la vida y su trabajo. Cuando finalice el curso espera poder hacer algo con eso y transmitírselo, en principio, a amigos con proyectos sociales y solidarios.

El año sigue con el objetivo de lograr entregar mil cuadernos antes de julio, lo cual no está muy lejos de la realidad. ya que hasta la fecha se llegó a la cifra de 642. La otra mitad del año, María espera tomarse un pequeño descanso para acomodar su negocio y poder seguir creciendo todavía más. Sin embargo, hay cosas que no van a cambiar, "el modo de trabajo siempre va a ser el del uno por uno, sino se acaba la empresa".

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Vista panorámica del Centro Histórico de Quito, desde la Basilica del Voto Nacional
Nota e imágenes: Victoria Estrada

Una vez San Agustín expresó:“El mundo es un libro y aquellos que no viajan sólo leen una página”. Considero que no existen palabras más sensatas para describir lo que una persona experimenta a través de los viajes. Es por eso que en enero me aventuré a conocer un poco más del mundo y de nuestra hermosa América Latina. Emprendí mi viaje rumbo a Ecuador, donde me reencontraría con Majo, una amiga ecuatoriana a quien tuve la oportunidad de conocer a través de Rotary durante mi intercambio cultural.

Abrumada de sentimientos encontrados, emoción, ansiedad y altas expectativas, arribé un domingo por la noche, al Aeropuerto de Guayaquil, ciudad que me recibió con el más impresionante diluvio. ¡Vaya bienvenida! –pensé.



En Guayaquil me encontré con el hermano mellizo de mi amiga, Pablo, quien es piloto y actualmente trabaja en esa ciudad. A pesar de que no nos conocíamos personalmente, no tardamos mucho en tomar confianza y entablar el comienzo de una linda amistad.

Lo primero que me llamó la atención, además del diluvio, fueron las casas, ya que la mayoría de ellas forman parte de conjuntos residenciales, asemejándose a lo que son los barrios privados en nuestro país.

Mi estadía en Guayaquil era cuestión de horas: mi vuelo de conexión a Quito era a las 4 de la mañana, de forma que tenía que aprovechar al máximo cada momento.

Unos amigos de Pablo llegaron a su departamento y luego decidimos ir en busca de algo para comer. Maniobrando por las calles inundadas, y con todos los negocios cerrados, no nos quedó otra opción que parar junto a un carrito que vendía comida rápida, su especialidad y único rubro: los “matosos”. Un matoso es una especie de taco en el cual dentro de la tortilla se incluye carne, tocino, frijoles y una gran variedad de salsas y otros ingredientes que no he podido identificar. Quizás era el hambre o la emoción que apremiaba mi primera comida ecuatoriana, pero la cena me pareció exquisita, aunque debo reconocer que la mezcla de ingredientes acabó por ser medio pesada…

Victoria y Majo en la Basílica del Voto Nacional
Tras una noche de risas y desvelo, tomé mi próximo vuelo con destino a Quito. Majo me recibió con el mejor de los abrazos, y Quito con rutas hermosas y paisajes verdes que quedaron grabados en mi memoria.

El primer día en Quito nos dirigimos hacia el Centro Cultural Histórico, y visitamos la Basílica del Voto Nacional, considerado el templo neogótico más grande de América. La Basílica ofrece una estructura impactante, y subiendo a la cúpula se puede disfrutar de una de las mejores vistas panorámicas de la ciudad.




Día dos en Quito

Con mi amiga Majo en el Hemisferio Norte,
y yo en el Hemisferio Sur
 En esta oportunidad visitamos la famosa línea del Ecuador (mitad del mundo), que divide a los hemisferios Norte y Sur. El preconcepto que tenía de la línea del Ecuador era completamente errada, pues según mi criterio se trataba de algo meramente simbólico, tan sólo de una línea imaginaria separando dos hemisferios. Sin embargo (y para mi sorpresa) esto no era así, porque las diferencias de fuerzas magnéticas entre un hemisferio y el otro son inversas, lo cual es ejemplificado a través de ciertas actividades en el lugar.

La mitad del mundo cuenta con la línea original del Ecuador calculada con GPS, y a unos metros de ella se encuentra la antigua línea calculada, erróneamente, por los franceses, sobre la cual se levanta el conocido monumento de la mitad del mundo.







Día tres en Quito

Hoy madrugamos para emprender el camino hasta el Parque Nacional Cotopaxi, un área protegida de Ecuador donde se encuentra el volcán Cotopaxi, uno de los volcanes activos más altos del mundo (5.897 metros).

Una vez allí, el visitante tiene la posibilidad de subir un tramo en auto y dejarlo en un estacionamiento. Luego sigue una dura caminata hacia “el refugio”, el cual se encontraba en refacción al momento de nuestra llegada.  

Con el corazón en la boca, y los ojos impactados ante tanta belleza natural, nos propusimos llegar a la nieve. ¡Y lo hicimos!, alcanzando una altura de 4.900 metros.


Día 4: ¡Bienvenidos a la playa!

En esta ocasión cambiamos de región y nos dirigimos hacia las hermosas playas ecuatorianas. Recorriendo la "Ruta del Sol" durante siete días, conocimos una gran variedad de balnearios. El grupo viajero estaba integrado por mi amiga Majo, su novio Juanca, y sus primos Marco y María Fernanda.

La primera playa que visitamos fue la popular Montañita, la cual es muy concurrida y goza de una vida nocturna agitada. Para ir de “farra”, la mejor sin dudas. Después de dos intensos días en esta parada, decidimos seguir hasta el Parque Nacional Machalilla.

Día 6: 

El Parque Nacional Machalilla es un área protegida del Ecuador, ubicada en la provincia de Manabí, que comprende dos zonas: una terrestre y una marina.

En primer lugar visitamos la comuna de Agua Blanca, en donde conocimos el museo del lugar, para luego aventurarnos a la experiencia de la “laguna de agua sulfurosa”.Esta laguna de azufre cuenta con aguas medicinales, que particularmente favorecen a aquellas personas de la tercera edad que sufren problemas relacionados con la artritis y el reumatismo. Sin embargo, visitarla es una actividad que ofrece tranquilidad y relax para personas de cualquier edad.

El ritual de lanzarse hacia las aguas sulfurosas es aún más interesante y divertido cuando la gente del lugar les brinda a los visitantes lodo medicinal para aplicarse en todo el cuerpo. En nuestro caso, nos enlodamos los unos a los otros, tomamos una gran cantidad de fotos y luego disfrutamos de la experiencia relajante en la laguna.


La previa a la laguna sulfurosa

En los días siguientes continuamos nuestro recorrido visitando las playas de Los Frailes, Canoa y Cojimíes.

La playa de Los Frailes fue en lo personal una de mis preferidas. Allí se respira un aire de tranquilidad único, y se pueden hacer lindas caminatas con paisajes realmente maravillosos. Tal es el caso de la caminata hacia el mirador, el cual brinda una vista impactante y hermosa de la playa, con su agua casi cristalina.

Los Frailes, desde el mirador

Canoa es también una playa muy tranquila, ubicada en un pueblo pequeño, con poco ruido (ninguna playa supera la intensidad de Montañita), y aguas templadas.

Nos despedimos de los días de sol y playa en Cojimíes, una playa aún más tranquila que la anterior, alejada del pueblo y de todo ruido.

 Nos hospedamos en el cañaveral, una acogedora casa con varias habitaciones ubicada frente al mar, y rodeada de palmeras. Este era sin dudas un lugar paradisíaco en el cual hasta tuvimos la hermosa sensación de que aquel lugar nos pertenecía, puesto que no vimos ni una persona pasearse por allí mientras pasábamos horas en el mar, disfrutando del sol y de los atardeceres naranjas…

En el cañaveral de Cojimíes





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 Nota y fotos: Inka von Linden


Como broche de oro de la banda viajera, cumplimos con el “plan A” inicial: el Cajón del Azul. Fue una caminata de cuentos de hadas: bordeamos el río Azul, atravesando bosques de cipreses, alerces y arrayanes, y algunos  valles cubiertos por flores y prado. El color y la transparencia de ese río nos impresionaron por su intensidad.

Luego de 3 horas de recorrer declives, cuestas y extensas partes planas llegamos al Cajón del Azul: un cañadón cuyo ancho varia de acuerdo a la altura del recorrido, de 40 metros de profundidad, dentro del cual se “encajona” el río Azul.

El paisaje que conforma este río azulado, contenido por paredes de piedra y decorado por algunos árboles y vegetación autóctona ¡es imperdible! Fue la mejor despedida de El Bolsón y de la banda, que se dividió para tomar diversos rumbos. Magui y Cifo se fueron a Bariloche, y el Sr. Atlántico y la Srta Scout  a San Martín de los Andes. ¿Y qué destino podía elegir la mochilera principiante? El recorrido de los 7 lagos, por supuesto.

Según el diccionario viajero, se denomina “Camino de los Siete Lagos” a un tramo de la Ruta Nacional 40  en la provincia de Neuquén, que se ha convertido en el folklore mochilero del sur argentino. Este camino une las localidades de San Martín de los Andes y Villa La Angostura y pasa por los lagos Lácar, Machónico, Falkner, Villarino, Correntoso, Espejo y Meliquina. ¡Uno más lindo que el otro! Además de estos siete, hay otros lagos dentro del recorrido como los Hermoso, Escondido y Traful.

Y así comenzó una segunda etapa del viaje, acompañada por mi fiel amiga Jele. De la “banda viajera”, pasamos a ser “las alemanas”. Tomamos como punto de partida Villa la Angostura y fuimos subiendo en colectivo. Primero acampamos dos noches en el lago Correntoso. Era un camping agreste, algo alejado de la ruta, llamado casualmente “Siete lagos”. Un hermoso lugar, tranquilo, donde se podía descansar y escuchar la naturaleza. Un combo que valía 60 pesos el día y es altamente recomendado para compartir en familia.

Guiadas por los comentarios de otros viajeros, elegimos como siguiente destino el Lago Espejo Chico. ¿Cómo explicar un lugar tan parecido al paraíso? El lago era verdoso cristalino, y estaba rodeado de bosque por un lado y de playas de arena blanca por el otro.

El camping agreste estaba a 2 Km de la ruta y valía 50 pesos el día. Las carpas se disponían conformando un gran círculo alrededor del fogón principal que estaba ubicado en el centro. Algunas se encontraban bordeando el lago y otras arrimadas al bosque. Un contraste total con el camping anterior: a todas horas había lío (música, guitarreada, charlas y risas), estaba repleto de grupos de jóvenes y definitivamente no era un lugar para relajarse en familia.


Llegamos  como a las diez de la noche. Error de mochilera principiante, porque en la oscuridad es difícil encontrar un buen lugar y armar la carpa. Desde el primer momento se percibía en el ambiente una energía positiva,  de ritmo y movimiento. Era tal la amabilidad de los acampantes, que cuando nos pusimos  a dar vueltas para buscar un lugar, unos chicos nos ofrecieron un sándwich de lomito y otros nos invitaron a una guitarreada en uno de los fogones. Cuando ya nos parecía demasiada cortesía, al momento de armar la carpa, apareció nuestro vecino con su linterna para ayudarnos. A las once ya teníamos carpa, comida y fogón.

Más tarde se armó la gran fogata con guitarreada. Un grupo viajero conformado por 13 muchachos (si ¡13!) de Coronel Suarez, se jactaban de ser los dueños del fogón, porque habían traído toda la leña. Eran el alma de la fiesta del camping.

El repertorio musical fue amplísimo, pasamos de cantar- y hasta bailar- el reggaeton “Lo que pasó, pasó” a gritar el “Lamento boliviano” de los Enanitos y también susurrar “Yo no se lo que me pasa” de los Auténticos.

Entre cantos y gritos  apareció de pronto uno de los chicos de Coronel Suarez que se había ido a cambiar. Estaba vestido de pies a cabeza con un traje aterciopelado de tigre -sí, de tigre- y no pude resistirme:

-Qué hacés así disfrazado
-No es un disfraz, es mi pijama- contestó muy serio.

El enterito era tan mullido y calentito, que no necesitaba la bolsa de dormir. ¡Un gorrito con orejas y hasta cola tenía! Hay que reconocer que era bastante práctico, quizás una buena opción para el próximo campamento. Lo voy a tener en cuenta, y ustedes?


Continuará con la llegada de los mochi-chetos  y cupido en acción en el fogón, ¡imperdible!

Notas anteriores: Epuyén
                          El bolsón 2
                          El Bolsón 1


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La Plata Rollea cumple seis años y planea un nuevo recorrido por la ciudad con patinadores de todo el país. Julián, uno de sus fundadores y coordinadores de las salidas, nos cuenta su filosofía del deporte y cómo emprendió esta propuesta en la ciudad.


Fotos y nota por: Bárbara Dibene

Puntual, a las ocho, un joven patinador llega al frente del Teatro Argentino y se desplaza por el estacionamiento mientras escucha música. A unos metros, en la esquina de 10 y 51, el grupo de ciclistas y el de los skaters se dispersan y lo dejan solo. En pocos minutos comenzará una nueva salida de La Plata Rollea y las escalinatas del teatro serán punto de encuentro por última vez en el día.

Poco a poco empiezan a sumarse rostros y rollers a la salida del martes, que promete buen clima y unos 150 participantes. Julián, quien emprendió esta idea hace varios años con cinco amigos, es el coordinador del recorrido. Cuando llega se disculpa por el retraso: "Es que casi siempre estoy atado a otros horarios ". Y así es, ya que es traductor freelance de inglés y regularmente trabaja unas doce horas al día. Las salidas son su recreación y una actividad que promete seguir adelante y en forma gratuita.

"Los dos primeros años éramos apenas dos o tres que nos juntábamos. Alguno que otro decía que iba a ir, publicaba en el foro patinenlinea.net [ahora en desuso], pero seguíamos siendo pocos. Con los meses llegamos a ser veinte y pudimos armar salidas más planeadas, pero no tan organizadas como ahora". Desde ese momento, las salidas son los martes y jueves a las 20 horas. 

Para Julián, el cambio y masividad vinieron con Facebook. "Cuando el foro dejó de ser amigable por el diseño y sus limitaciones, seguí la recomendación del creador del grupo de capital [Patín en Línea Buenos Aires] y creé la página por la que ahora nos manejamos. A la primera salida después de eso, éramos 25 personas más que yo no conocía. Desde ahí no paramos de crecer".

Una de las cuestiones que más se recalcan en la convocatoria es saber frenar perfectamente, aunque si no se sabe hacerlo, "La Plata Rollea" ofrece clases para principiantes. La organización es lo que les permite no tener problemas ni accidentes. Julián es estricto con eso: "Ocupamos un solo espacio, si vas a una salida vas a escuchar que por ejemplo gritamos derecha; respetamos las reglas de tránsito y no ocasionamos daños a la propiedad pública".

Por supuesto, a pesar de las precauciones y el esfuerzo porque no pase nada, hay quienes no prestan suficiente atención. "Hay gente que se siente inmortal y van en otra cosa cuando vienen autos. Gracias a Dios nunca pasó nada grave, pero si ha habido choques y esa situación, la persona siempre pierde frente al auto". 

Este sábado, el grupo cumple seis años de funcionamiento continuo y popular, donde la idea del deporte en comunidad se volvió su leitmotiv. Julián y los demás esperan a unos mil patinadores del país para hacer un recorrido de 14 kilómetros por la ciudad. Desde ya, agradecen a la Municipalidad por proveerlos del permiso y los móviles necesarios, e invitan a la ciudad a hacerse eco del evento que ya se convirtió en "de interés municipal".

Antes de que nos vayamos, Julián recuerda las muchas notas que le hicieron sin prestarle atención y haciendo las mismas preguntas de siempre. Por eso, burlándonos del cuestionario "tipo diván", hacemos la nuestra: ¿y cuál es tu mayor sueño en la vida? Él se ríe y nos cuenta sobre la magnitud del París Roller, donde casi 15 mil personas salen desde la Torre Eiffel todos los viernes, "eso sí que es un sueño, cuando tenga plata espero patinar ahí". 




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Nota y fotos: Inka Von Linden

El destino eligió por nosotros. Perdimos el colectivo para ir al refugio del Cajón del Azul  y como plan B tomamos el primer colectivo que pasó. Así fue como la banda viajera, después de una hora, llegó a Epuyén.

Se trata de un pequeño pueblo que pertenece a la Comarca andina del Paralelo 42 (grupo bioprovincial de parajes cordilleranos) y está al noroeste de la provincia de Chubut. Se encuentra en medio de naturaleza pura, entre valles con arroyos cristalinos y bosques de cipreses, coíhues y maitenes.

Al caminar por Epuyén se podía sentir la soledad. Y el silencio era interrumpido, cada tanto, por el trino de algún pájaro. Nos instalamos en el camping Quimey antu, que salía 35 pesos el día. Nuestra  idea era quedarnos sólo una noche, y terminaron siendo tres. Como había llevado poca ropa, ya que el plan A  era subir el refugio del Cajón en el día, tuve que improvisar y ponerme mi pañuelo de remera inventando varias formas, -¡utilísima allá voy!-. También pudimos darle sentido a la carpa-mansión de Magui y Cifo, porque no habíamos llevado nuestras carpas y terminamos durmiendo los 6 encarpados como sardinas.¿Será posible que siempre en las carpas de 6 sólo entran 4?

La sorpresa fue que llegamos justo para el 25º Encuentro provincial de artesanos. Una verdadera fiesta de creatividad, en la que participaron más de cien artesanos de todo el país, para mostrar sus trabajos en mosaico, textil, cerámica, soguería, metal, fieltro y vitrofusión.  A su vez se podía disfrutar de espectáculos musicales a cargo de grupos nacionales y regionales, y de exquisiteces caseras en los puestos de comida que atendían pobladores de la localidad.


“Epuyén, un pueblo con identidad artesanal”, era el lema del encuentro, que resume su objetivo de promover y desarrollar la artesanía popular, rescatando las habilidades manuales, posibilitando el intercambio de conocimientos y destacando los elementos de la cultura regional.

Una de las actividades que contribuye a este intercambio son los talleres artísticos que brindan los mismos artesanos. Junto a otras 12 mujeres, terminamos con las manos en la lana mojada con cola vinílica. ¡Eramos tantas, que no entrábamos en la mesa y nos peleábamos por la lana! Guiadas por Muticia producimos fieltro, un textil cuya característica principal es que para fabricarlo no se teje. Esta artesana pizpireta de Trelew, convirtió hace dos años su hobby en profesión, y dedica la mayor parte del día a la producción de todo tipo de objetos en fieltro. “Aprendí la técnica con una profesora, y me gustó tanto que jamás paré de crear con este material”, cuenta orgullosa. Desde mates hasta pantuflas, ¡esta es la reina patagónica del fieltro!

También participamos del taller de vitrofusión, en el que Liliana nos enseñó su pasión con toda la paciencia del mundo. Hace  12 años, ella se jugó por ser libre. Dejó la estabilidad de su trabajo de secretaria en una oficina en la ciudad de Buenos Aires, para mudarse a Los Altares y vivir de su huerta y la vitrofusión. Su puesto de artesanías se encuentra en la puerta de su casa.” Levantarme cada mañana con la tranquilidad de mi patiecito y mi huerta, no tiene precio”, dice. Es que justamente no se trata únicamente de un  oficio, es un modo de vida.

 El episodio “Jirafa”, nos sucedió paseando por la feria con Jele. Caminábamos pausado, mirando con atención cada puesto y  escuchando de fondo las bandas musicales. Los artesanos observaban a mi amiga ,con curiosidad ya que con sus rasgos germanos y un metro ochenta y ocho llamaba la atención inevitablemente.

 En su puesto de telares, una jovencita algo retacona y de abundantes rulos, no sólo se nos quedó mirando, sino que nos detuvo.
-       ¿Les puedo hacer una pregunta?- dijo con vergüenza-¿Me puedo sacar una foto con ustedes?
-Mmm, sí- contesté entre risas, luego de traducirle al alemán la pregunta a mi amiga- pero, ¿por qué razón te querés sacar una foto con nosotras?
- ¡Por la altura de tu amiga!
Ligué la foto de rebote. La artesanita, ya nos había visto en el camping y me comentó que el andar de Jele le hacía recordar al de una jirafa, que con su cuello largo se desplaza con elegancia.


Consejo de mochilera principiante: No dejen nunca la comida fuera de la carpa, siempre puede venir algún perro malicioso y devorarles sus pizzas y papas asadas (como nos pasó a nosotros).
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El tenaz espíritu emprendedor de María Birba la llevó a trabajar durante dos años en "SURreal", un proyecto editorial que involucra a músicos de Argentina, Uruguay y Brasil, que confluyen en sus historias y trayectorias y a los que María muestra en su cotidianidad. Hoy, con el libro bocetado ya un poco ajado de tanto mostrarlo, la fotógrafa porteña se reúne con nosotros para contarnos cómo surgió su idea y quiénes la ayudan en el camino.

Por Bárbara Dibene
Fotos e infografía: Álvaro Vildoza

El punto de encuentro es una paqueta librería de Palermo a la que María llega entusiasmada y cargada con varios bolsos. Después de la entrevista tiene que reunirse con Carlos Aguirre para filmar uno de los tantos videos de promoción que tiene planeados. "Estoy en campaña, chicos", comenta sonriente y se pide un cortado.

Aunque su primera profesión fue el diseño gráfico, el trabajo en un estudio de fotografía la acercó a esa forma de expresión y a los músicos, que concurrían para realizar fotos de prensa o para las tapas de los CDs. Durante este período, además, tuvo la posibilidad de viajar a Uruguay a cubrir festivales y comenzar con el registro de imágenes en shows. El tiempo y las vueltas de la vida la llevaron a conocer a Carlos Aguirre y a los chicos del trío Aca Seca, que la hicieron plantearse una primera idea del proyecto que vendría. "Yo veía que había un movimiento musical que no tenía nombre, que no se sabía que era, si jazz o rock o folclore, y quise que quedara registrado como un grupo de gente concreto y por fuera del escenario, en sus otras facetas".

Más adelante y por cuestiones laborales, comienza a trabajar para Brasil y tiene una revelación que le aportaría la diversidad al libro. "Con los viajes me di cuenta de que los músicos de allá y de acá compartían escenarios o incluso proyectos, que se estaba armando una red. Hoy por hoy, casi todos los que conozco han tocado juntos alguna vez". Gracias a esto, se propone registrarlos bajo el concepto de música mestiza del sur e incluir, por supuesto, una banda sonora original que acompañe la publicación.

Con la mente más clara, desde el 2000 comienza a fotografiar a los catorce músicos seleccionados, de los que además es amiga. "Yo tengo una relación que superó la de fotógrafa que registra un show, por eso todo se dio tan naturalmente. Los músicos elegían un lugar propio, feliz, bajo la consigna de que tuviera que ver un poco con la génesis de su creatividad. Algunos optaron por su propia casa para mostrarme cómo arreglaban el jardín, como en el caso del Negro [Aguirre], o tejían al crochet; con otros caminamos el barrio, por ejemplo, con Andrés [Beeuwsaert] fuimos hasta la verdulería. Por esto puedo decir que no eran fotos producidas, o no tan producidas. Algunos me dijeron que hasta no se daban cuenta de que los estaba fotografiando".

Músicos participantes CARLOS AGUIRRE// JUAN QUINTERO// NORA SARMORIA// DIEGO SCHISSI// ANDRÉS BEEUWSAERT// EDGARDO CARDOZO// HUGO FATORUSSO/ /BENJAMIN TAUBKIN// LEAFREIRE// SERGIO SANTOS// ANDRÉ MEHMARI// CHICO PINHEIRO// HELOISAFERNANDEZ// RAFAEL ALTERIO

Después de esta primera etapa vinieron las cuestiones del diseño, que las delegó en una colega de confianza, y fundamentalmente las de la financiación. "Al principio la idea era ir a lugares convencionales como la Secretaría de Cultura de la Nación, de la provincia de Buenos Aires o de la Ciudad. Hablé con mucha gente amiga que tiene proyectos con este tipo de instituciones, y todo bien, pero hay mucha burocracia que me iba a perjudicar. También pensé en vender el auto y hacer esa inversión, pero la cuestión era complicada".

Fue Tatu Estela, el director de Taringa Música, quien le propuso acercarse al impulsor de Panal de Ideas para lanzar el libro por esa vía. Esta plataforma permite el financiamiento colectivo no sólo por aporte económico, sino además por voluntariados donde uno puede pedir u ofrecer diferentes servicios. Otro beneficio para los usuarios es que Panal no cobra una comisión fija, sino que quien utiliza esta vía decide cuánto pagar por el servicio. Para María, esta información fue lo que terminó de definir su concepto, "realmente fue la forma más feliz que encontré para sustentar este libro porque logra que la gente se sienta parte. Por ejemplo, pedí un poco de difusión, porque esto funciona muy bien como pre-prensa. Cuando salga va a haber un montón de gente ya informada y con el libro".

Accediendo por la web al proyecto SURreal, cualquiera puede colaborar desde cincuenta pesos y hasta 5 mil, esta última cifra especialmente orientada a empresas e instituciones. La meta es reunir poco más de 46 mil pesos para la financiación de una primera edición del libro. Mientras tanto, los colaboradores reciben una versión en PDF, fotografías y\o la banda sonora, dependiendo qué aporte hagan.

María asegura que le costó mucho pedir ayuda, tal vez por prejuicio, pero que luego se dio cuenta de que los músicos estaban dispuestos a colaborar en todo lo necesario. "Antes quería mantenerlos al margen, pero cuando les escribí para preguntarles su opinión sobre cómo financiar el proyecto, el Negro me ofreció hacer algo con su editorial, Sirirí, y lo hice entrar por Panal. Esa forma colaborativa de trabajar coincide con su pensamiento, todo se dio en el momento justo".

Por otro lado, logró arreglos con Taringa Música, Café Vinilo y la imprenta Graficar, por lo que son muchas las personas e instituciones involucradas en la publicación de su libro. "Y este es el primero, después tengo en la cabeza uno de cantoras y otro de nuevos compositores que conozco y son unos grosos".

Mientras nos muestra el boceto terminado, María nos confiesa su ansiedad, "tengo la necesidad de sacarlo a la calle, que llegue a la gente y todo se acerque más. Este libro me dio mucha felicidad a mí, a los músicos y a los que colaboraron. Fue muy fructífero". Luego guarda todo cuidadosamente y antes de despedirse apurada por los tiempo, reflexiona: "este es el año de lo colectivo y eso es lo que realmente te ayuda a crecer".


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